Translate me, we are Iván & Ainhoa

viernes, 25 de noviembre de 2011

AUSTRALIA 19, 20, 21, 22, 23 y 24 de Noviembre 2011


Días 26, 27, 28, 29, 30 y 31  

Todo empieza igual todos los días, pero después de desayunar leche, galletas, cereales, un par de kiwis y lavarnos los dientes, luego el día cambia totalmente. Unos días son realmente apasionantes y otros tan solo de ver alguna curiosidad y conducir, sobre todo conducir, muchos días los pasamos tan solo conduciendo.

A lo que al trabajo respecta, pues bueno, en Noosa en todos los sitios nos pedían visado de trabajo, donde nos asesoraron que buscaríamos en restaurantes de lavaplatos o en campings. En Burleigh Heads preguntamos por donde pasamos, en Coffs Harbour preguntamos en un par de campings y no precisaban de gente en este momento. En Port Macquare y en Harrington más de los mismo. Ahora nos encontramos en Orange buscando trabajo en la recogida de fruta.

Por cierto, el pasado domingo Ainhoa cogió su primera ola de tres metros, con mucha soltura y estilo, no veas la cara de satisfacción que traía cuando remontaba olas para volver a entrar mar adentro. La playa era en el Spit de Mean Beach, cerca de Surfers Paradise. Desde ese día el viento a cambiado y el mar esta en calma, pero dicen que mañana, el viento cambia a norte y que entrara buen mar.

En Nossa, pasamos un par de días paseando, surfeando, buscando trabajo y Ainho descubrió que si das de comer a los pájaros en la mano, te pueden picar… jajajaja.
 El ultimo día después de comer, un bañito y para atajar kilómetros rumbo a Caloundra, donde llegamos de noche a la playa de Shelly, no es raro ya que aquí de noche se hace a eso de las siete de la tarde, aún siendo casi verano. Cenamos unas tortillas de bonito con patatas y a dormir. Por la mañana esta localidad no tenía unas olas bien formadas con lo que nos pusimos al volante.

De camino a Main Beach pasamos por los Montes Glass House, un sitio con unas vistas increíbles. A la hora de comer llegamos al Spit de Main Beach, un lugar con no mucha gente para ser sábado y buenas olas. Una ensalada a la española, con patata cocida, huevo cocido, pasta, tomate, atún, piña… y nos fuimos sin tan siquiera reposar la comida al agua, después del baño, fuimos en a la búsqueda de una licorería, para comprar un par de cerves por ser sábado, cerves que nos tomamos echando una partidita de cartas. Por la mañana, nos dimos cuenta que en el lugar que habíamos dormido no se podía pernoctar, pero… no había multa, yujuuu!!

Después de conducir durante toda la mañana, paramos en una surfshop en Kirra, con intención de comprar una funda para transportar nuestras tablas cuando no tengamos furgoneta, que va a ser en una semana, pero en lugar de eso, salimos: Ainhoa con un vestido por cuatro euros y Chicho con un bañador por ocho euros, bañador que se tuvo que comprar ya que, el suyo se lo cargo intentando quitar el forro que le hacia rozaduras en el mar… toda una ganga pero sin fundas, $180 por una funda doble, casi nos da un patatus. Al dar la vuelta a la esquina, nuestros ojos empezaron a chispear, todo el cielo lleno de cometas de todas las formas y colores,
cuanto más nos acercábamos, más nos gustaba lo que estábamos viendo, gente por todos lados, un intenso olor a comida flotando por todas portes, música reggae en directo,
niños jugando despreocupados con las caras pintadas, acróbatas divirtiendo a grandes y pequeños, se respiraba felicidad. Después de divertirnos durante un buen rato, nos dimos cuenta que era más de la cuatro de la tarde y llevábamos desde las seis de la mañana sin comer nada más que unas piezas de fruta y teníamos un hambre canina. En Coolangata paramos a comer, unos macarrones con bonito y tomate, no habíamos comprado ese día y tiramos de nuestras reservas… un día es un día. Después de comer nos dimos un paseillo por el paseo marítimo, donde Chicho asesorado por Ainho, con ganas devolverle las constantes bromas del pillo, le sugirió que se pusiera en unas rocas, para una bonita foto con las olas detrás rompiendo, como podéis ver, caladito terminó. Jijijiji...


 Con la noche al caer, decidimos poner rumbo al Parque Nacional de Nightcap, al que llegamos a eso de las nueve de la noche después de subir por una carretera estrechísima, llena de ramas por medio de la carretera, palos por el suelo, canguros corriendo delante nuestro, zorros cruzando por la carretera, una especie de monos pero que andaban a cuatro patas… estábamos cagaditos de miedo, parecía la típica historia de miedo, cuando llegamos por fin al parque, no había ni aparcamientos, que espanto! estábamos cansadísimos por el viaje, pero nos dimos media vuelta y nos fuimos hacia el pueblo más cercano, Nimbin, un pueblo de chalados, nada más llegar a eso de la nueve y media, como a las doce en España, un tipo nos dijo, que si queríamos beber, otro nos ofreció Marihuana para comprar, parecía todo subreal, pero con el cansancio, nos comimos unas piezas de fruta y nos dormimos enfrente de la comisaría de policía, no por miedo, sino por casualidad…

Ya por la mañana, descubrimos que era un pueblo hippy, que se había asentado en esa ciudad en el mil setecientos y algo, el pueblo era peculiar, con todas las casas pintadas con colorines, frases en sus puertas, como paz y amor y gente demacrada, suponemos que por el abuso de las drogas. De este pueblo no hay fotos, ya que nos abstuvimos por si causábamos molestia entre los ciudadanos… Del parque natural, pasamos totalmente, así que nos dirigimos hacia Coffs Harbour, donde no había ni una sola ola, que decepción, con lo bien que lo pasamos la vez anterior, preguntamos en un par de sitios, los cuales no necesitaban a nadie y con ganas de parque Natural nos dirigimos a Dorrigo, donde llegamos a la una, comimos y nos adentramos en medio del parque, el cual parecía una selva más que un parque.

Paseamos por la pasarela skywalk para ver las maravillosas vistas del parque.

Anduvimos más de dos horas por una sendita llena de telas de araña y muchísima humedad, en la que vimos unas cascadas increíbles
 y unos cuantos árboles talados, de más de dos metros de diámetro, talados hacía más de cien años con sierras para usar la madera, para motivos que no descubrimos.


Tras quinientos kilómetros, llegamos a Port Macquarie, donde agotados nos hicimos unas tortillas y nos fuimos derechitos a la cama.

Por la mañana y tras un baño desesperante por el estado del mar, hemos encontrado una funda buenísima, por ochenta euros, todo un golpe de suerte, a mitad de precio. Para comer nos hemos preparado unos burritos Mexicanos con pollo, cebolla, pimiento… y de postre, una galletas que nos han ofrecido unas personas muy amables, de la iglesia de aquí, la cual organiza todos los martes por la tarde juegos y una merienda. Nos mezclamos con los asistentes y nos recomendaron algún sitio para buscar trabajo, además de conocer a una Colombiano, que estaba casado con una mujer de aquí, que nos ofreció pasar con su familia, su hermano y su mujer catalana la Noche Vieja en Sydney con ellos, increíble ¿verdad?

De Port Macquare salimos antes de comer, después de un baño, visitar el hospital para koalas (un lugar al que llevan a los koalas heridos por accidentes de tráfico, mordeduras de perros…)


 y preguntar trabajo en los lugares con posibilidades. Condujimos hasta las cuatro de la tarde, donde paramos a comer en Harrigton, que llovía a cantaros, de hecho, llevaba lloviendo desde que salimos de Port Macquare. Cuando terminamos de comer estábamos caladitos, aunque comimos debajo de una tejavana, nos dio igual, entre los viajes para llevar las cosas y el viento huracanado, el resultado es una calada de las de aupa. A todo esto, en Harrigton paramos porque en un letrero de la playa ponía que había tiburones, pero bueno, que ni tiburones, ni señales que avisaran del peligro tiburones, ni na de na, lo único, lluvia y lluvia. Con lo que preguntamos trabajo en un camping de la zona y nos fuimos como habíamos llegado… lloviendo.

Tras conducir hasta el anochecer, llegamos a Myall Lakes National Park, donde dormimos en un sitio alejado de la mano de dios en la puerta de un camping. Por la mañana la cosa pintaba igual, lloviendo, llevaba casi un día entero lloviendo… Como no estábamos dispuestos a mojar más ropa, decidimos desayunar en un baño, un baño de 3x3 metros, pero un baño, jajaja. Dimos un paseo en furgoneta por el parque, 
viendo los lagos en furgoneta y como no tenía pinta de escampar, decidimos tras discurrir largo rato, que era hora de dedicarnos full time a buscar trabajo.

Con lo que, salimos del parque natural a las nueve y media de la mañana lloviendo y hemos llegado a Orange a las seis lloviendo, no ha parado ni un momento. El paisaje ha cambiado totalmente, ahora los campos han pasado a estar inundados, espero que esto no dure mucho… Orange, un pueblo, que a pesar de tener nombre de naranja, solo hay peras, cerezas y manzanas. Poco más sabemos de este pueblo con nombre de cítrico, seguro que mañana es un gran día en lo que a trabajo se refiere, por fe que no sea.




Por cierto, seguimos sacando fotos a los divertidos buzones de los lugareños.
El Autobusero

El Lechero

El Pelícano
Fish


El Fontanero

El Arquitecto

El Cerdito y sus amigos





El Granjero

 
La Caja de galletas

Muchos besos y abrazos a todos. Gracias por seguirnos y esperamos divertiros un ratito, gracias de verdad.

jueves, 17 de noviembre de 2011

AUSTRALIA 11, 12, 13, 14, 15, 16 y 17 de Noviembre 2011



                    Días 19, 20, 21, 22, 23, 24 y 25     


Los últimos días nos levantamos a las seis de la mañana, cada vez nos habituamos más y más al horario de los nativos, así pues para las nueve y media de la mañana, ya hemos desayunado, nos hemos lavado como dios manda y nos hemos dado un baño.

En Noosa, hemos pasado la gran parte de los días entre buenas olas, largos paseos por los recovecos de la zona, grandes partidas de cartas y visitando el supermercado, donde por cierto, compramos una almohada ya cansados de dormir con las mini almohaditas del avión y levantarnos con dolor de cuello, todo una ganga por 4€ para la gran labor que hace. El domingo 13 explorando la zona y consultando la Loly, por cierto, Loly es nuestra inseparable guía Loneley Planet, descubrimos una islita, la isla de Fraiser con muy buena pinta, a la cual había que acceder con todo terreno.

 Así que ni cortos ni perezosos, nos fuimos a preguntar a Rainbow Beach, por un itinerario muy típico de Australia, con carreteras secundarias sin asfaltar atravesando el Great Sandy National Park,


 que en un principio nos quedamos atónitos y con el miedo en el cuerpo, pero que rápido se convirtió en motivo de risa. Ya en Rainbow Beach , un sitio que solo se dedica a dejar entrar todo terrenos a la playa y preparar excursiones para ver la isla, donde nos dijeron cuanto nos podía costar explorar la zona. En resumidas cuentas, un día de alquiler de un 4x4 ($225), el paso en ferry ($100), tasas por pasar a la isla ($40) y gasolina ($100) y todo esto en el sitio más barato. En la Loly vimos que se podía hacer surf, pero no había olas, solo todo terrenos por toda la playa, donde pasamos un buen rato viendo como los menos expertos quedaban encallados en la arena e intentaban por todos los medios sacar esa mole de hierro. Para comer unas hamburguesas de carne de canguro y de postre… unas oreo 
y rumbo norte.



  Desanimados por la increíble suma que ascendía la visita a la isla de Fraiser, pero con ganas de ser exploradores por un día, nos pusimos rumbo a Hervey Bay, un pueblo donde preparaban excursiones para bucear en la gran barrera de arrecifes (Great Barrier Reef) al que llegamos ya de noche y solo cenamos y a la cama. Por la mañana nos dimos cuenta que era un lugar con gran número de personas mayores que hacían yoga e infinidad de deportes por el paseo, un paseo parecido a los del mediterráneo, sin ese rugido característico de Australia, de las olas rompiendo en la orilla con fiereza. Más tarde corroboramos lo observado, ya que es una ciudad con mucha más gente mayor, que jóvenes. No nos agrado las opciones de excursión, con lo que compramos unos sellos por una pequeña fortuna, un paseo supliendo el baño mañanero y consulta a la Loly.

 Al este de Bundaberg llegamos a la pequeña aldea playera de Bargara, el pueblo era acogedor, pero las rompientes de las cuáles habíamos oído hablar, deben de ser en invierno, porque aquello era un mar de sopa. Un pequeño recorrido por sus calles y pies en polvorosa.

De camino a Agnes Water, como todas las distancias en Australia, fue un camino largo. Mientras Ainho conducía, Chicho se dedicaba a sacar fotos a los buzones más divertidos del camino:
El microondas
El micro con tejado
El cubo
La bombona de butano
El barril
El tronco
El barril II
La garrafa de agua

El nido de cuco
El veterinario

 Llegamos a la hora de comer, donde cocimos unas patatas y unos huevos y nos hicimos una ensaladota a la española. Antes de comer habíamos explorado la playa donde lo primero que vimos fue un cartel de medusas, medusas australianas, con denominación de origen, ya que estos bichitos con pinta de inocente, son mortales… con lo que decidimos pasar del surf y dedicarlo a descubrir el fondo marino, una de las actividades junto al surf predilectas en Australia.

El lugar que elegimos fue Town of 1770, un pueblo dedicado casi por completo a la pesca y al submarinismo, donde conseguimos por fin una excursión suprema. El ligar con un atardecer superlativo y con un parque natural donde viven una especie rara de canguros, los cuales tuvimos la suerte de ver, pero no llevamos la cámara, ya que accedimos por la playa con intención de darnos un remojón. Cenamos viendo atardecer,
en compañía de unos huevos con patatas fritas, nuestras primeras patatas fritas en más de tres semanas, fue gloria bendita para nuestro paladar.

Por la mañana cogimos un Barco, una especie de catamarán, en el que dimos unos saltos de vértigo luchando contra las olas del Pacífico, hasta que uno de los motores se estropeo y lo que debiera haber sido noventa minutos de trayecto se convirtió en ciento cincuenta minutazos. Pero mereció la pena, nuestros ojos chispeaban al ver la isla de Lady Musgrave,
 una de las islas del arrecife sur. Este cayo desierto es tan orgásmico visualmente, que puede alentar brotes de hedonismo espontáneo. Este sucedáneo del Jardín del Edén, es un parque nacional a unos 100 kilómetros de Bundaberg. Lo primero que hicimos fue, cambio de barco, para no estropear el coral con el pesado catamarán, y ver la isla, una isla plagada de miles de millones de golondrinas de mar y pisoneas inundadas de nidos de estos bichos,
 que cagan en su nido. Más tarde una comida, que me gustaría que hubierais visto la cara de asco de la mujer de enfrente, la cual no dejo nada, una comida fría y con mal sabor, la cual ya esperábamos. A la una nos equipamos con nuestro equipo de hombres rana y nos sumergimos entre corales y peces de todo tipo: ¡increíble! Por cierto, vimos a Nemo rodando la segunda parte… jajaja, pero si vimos peces payaso, toda una experiencia para nuestra vista. Ya a las tres nos dieron un chocolate con pastas y de vuelta. Satisfacción total en este día, cargado de emociones e ilusiones.









Con las pilas cargadas y con ganas de surf, decidimos que era hora de empezar a bajar, estábamos en el ecuador de nuestra aventura en furgo y llevábamos dos mil setecientos dos kilómetros y ahora tocaba la vuelta hasta Sidney. Nuestro destino era buscar trabajo en Noosa, pero la noche y el cansancio nos pudieron he hicimos noche en Gin Gin, un pueblo que poco os podemos contar ya que solo hemos dormido y desayunado.

Para la hora de comer llegamos a Noosa, donde una ensalada de pasta y unas piezas de fruta, nos han quitado el hambre de todo el día conduciendo. Después de comer nos hemos ido derechitos a una compañía de teléfonos para  hacernos con un número australiano, para poder dar a la hora de pedir trabajo. Compra diaria y a cenar a la playita con unas cervezas recién compradas en la licorería, ya que aquí, en los supermercados no venden alcohol, curioso verdad.

En Noosa se respira tranquilidad, aunque nos han pillado robando wi-fi de un bar y han cambiado la contraseña, que vergüenza. Por lo demás hoy  hemos hecho surf, otra paellita, pero esta vez mixta de pollo, mejillones, calamares, salmón, congrio y langostinos. Esta vez a quedado de rechupete, y lo de paellas duras ha quedado en la historia y ahora nos encontramos robando wi-fi en otro bar. Para cenar asado en un merendero de la zona, con ganas de levantarnos mañana para pedir trabajillo. Un beso a todos. See you later.