______________ Del
29 de Septiembre al 10 de Febrero de 2013
Días del 342 al 448
Nuestros
días de mochileros por el otro lado del mundo se terminan… al menos de momento.
Estos días por Taiwán han sido diferentes, pero sin duda disfrutando como
siempre de cada segundo, de cada aroma, de cada comida…mmmmmm ¡la comida! como hemos
disfrutado de la comida para palitos.
Sobre las
siete de la tarde, Bell y Harrison nos dejaron en el aeropuerto, tras una breve
despedida, una cola enorme de facturación y una breve espera, a las nueve y
media embarcamos en el A330 rumbo Taiwán. Siete horas de turbulencias entre
sueños, una cena más bien rica, un desayuno más bien malo y un aterrizaje
rozando la perfección, llegamos a Taipei, la capital de Taiwán, con dolor de
todo.
Lo primero
que hicimos fue cambiar a moneda local en el aeropuerto, después de atracarnos
amablemente una vez más, nos montamos en un bus rumbo a la ciudad. En Taipei
ciudad un domingo a las nueve de la mañana no hay nada abierto, ni casas de
cambio (después nos dimos cuenta que casas de cambio no hay en ningún lado de la
isla), ni bancos, ni tiendas… nada, ¡¡QUE PASA CON LOS CHINOS (en realidad son
chinos desterrados!! Tantos por el mundo, abriendo las tiendas en España las 24
horas del día, 7 días a la semana y aquí los domingos descansan, Increíble. En
la oficina de turismo, nos informaron que las tiendas abrían a las 11 de la
mañana y que los bancos estaban cerrados los domingos, que había un centro
comercial que solían cambiar, con lo que eran las nueve de la mañana y no nos
podíamos mover ya que no disponíamos de moneda local, puesto que en los
aeropuertos te la clavan con el cambio, habíamos cambiado muy poco dinero. Con
todo el cansancio de dormir en un avión y con ganas de llegar a algún lado,
decidimos empezar a probar la comida local.
Unas deliciosas bolitas de pasta de
arroz rellenas de verduras y carne, nuestra cabeza por unos instantes
desconecto del bajón de estar en medio de una ciudad enorme con un puñado de dólares
Australianos y todas nuestras cosas a la espalda. Por fin a la hora señalada y
con un cambio no muy bueno, conseguimos un par de billetes de bus dirección
Taichung.
El trayecto resulto exquisito y eso que cogimos el barato,
si llegamos a coger el caro, no queremos imaginar las comodidades (tres
asientos por fila y televisión independiente por asiento, en cada asiento
puedes estirar las piernas que no das al de adelante) asombrosas. Con la aguja
pequeña señalando el uno, llegamos a Taichung, concretamente a las afueras de
Taichung. El inglés todavía no ha llegado a esta parte de Asia, así que cualquier
intento de comunicación fue nulo. Salimos de la estación con más pena que
gloria, anduvimos, anduvimos.. Cansados paramos a una mujer que iba en moto,
con señas, un mapa malo, mucha imaginación y ganas de ayudar, no agarro y nos llevo
a una parada de autobús público, dijo varias frases en chino nos señaló a una
mujer y se marchó, así como lo leéis. A los pocos minutos la mujer nos señaló
un bus y se montó con nosotros. Como no disponíamos de dinero suelto nos pagó
el autobús, como no están muy acostumbrados a los turistas son increíblemente
amables y muy serviciales, esto lo hemos comprobado a lo largo del viaje. Nos
montamos en un bus que con facilidad había 100 personas, no podíamos ni
respirar y todo esto con cuatro hermosas mochilas. A la llegada de nuestro
destino la mujer nos buscó en el bus y nos indicó que esa era la parada,
INCREÍBLE pero cierto. Con la buena información que recopilamos en el centro de
turismo, menos mal que por lo menos esta gente si sabe inglés, sino no se que
hubiera sido de nosotros, ya que viajamos siempre sin hostel. El hostel que
elegimos por precio fue uno cerca del meollo con no muy buena pinta pero
limpio.
Tras dejar las cosas en la habitación, nos pusimos en ruta turística,
al llegar al ascensor salía del mismo una pareja con las llaves de la
habitación, el mando y sin maletas, al entrar en el ascensor dos parejas más
con el mando y las llaves del hotel, que entregaron en recepción, todo esto a
las 2 de la tarde, Iván dijo “este hotel es un picadero”. Visitamos templos con
figuras de tamaño de rascacielos, dimos un paseo para conocer la cuidad y empezamos a descubrir que les encanta poner
carteles anunciando la tienda del bajo que ocupan la casa entera.
A la hora de
cenar nos dirigimos a un mercado de noche, en el cual había puestos de comida
de todos los tipos, olores que iban desde deliciosos, atractivos, dulces y
repugnantes. Comimos de todo, en todos los puestos donde pudimos, hasta que
tuvimos que soltarnos el botón del pantalón y aflojarnos un par de agujeros del
cinto… Ya tarde llegamos al hotel, donde la cama tenía sabanas limpias sobre
una roca lisa. Nos costó dios y ayuda dormir, por fin cuando todo parecía
normal a las 3 de la mañana, unos gritos de una china disfrutando de la
copulación muchos decibelios por encima de una persona normal, durante media
hora interminable, para repetirse a las 5 y a las 7, menuda noche de acción,
parece ser que las sospechas de Iván eran ciertas.
Por la
mañana nos despertamos con un buen día,
pero entre la cama de mármol y la copulación china, estábamos peor que al
acostarnos. Desayunamos en un seven eleven, unas magdalenas con unos yogures de
fresa, no quisimos buscar más, nos supo a gloria. Tras consultar nuestro mapa
decidimos ir a Tainan, la antigua capital de Taiwán. En la estación de
autobuses nos dijeron que no había un autobús hasta las 11:45 y eran las 9 de
la mañana, ¡NOOOO! No habíamos dormido casi nada, nuestra esperanza era dormir
en el coche de línea y nos dicen en ese momento que teníamos que esperar en la
acera hasta las 11:45… Mientras Ainho esperaba con las mochilas en la estación
de autobuses, Iván fue a todo correr hasta el centro de turismo para preguntar
por otra estación, fue corriendo a preguntar por autobuses y le dijeron que en
un cuarto de hora salía uno con dirección Tainan, así que en un abrir y cerrar
de ojos estábamos en la siguiente estación de Autobuses con las maletas y en
una cola que parecía interminable. Ya en el bus descansamos y cuando quisimos
abrir el ojillo estábamos en nuestro destino. El bus nos dejó como no, en el
fin del mundo. Preguntando entre el público más joven y conseguimos unas
referencias para llegar a la estación de trenes, puesto que habitualmente el
centro de información de turismo está ahí.
Por el camino pasamos por un lago increíble, con un montón de
taiwaneses pescando, no teníamos muy claro si en ese lago lleno de nenúfares,
con agua estancada…pescarían algo.
Media hora después entre motos, coches y
edificios llenos de carteles más grandes que las propias casas estábamos en
información y turismo. La chica de información muy amable nos indicó las cosas turísticas
más importantes además de aprovisionarnos de todo tipo de mapas e indicarnos un
hotel baratito, en un periquete estábamos en la habitación y en la calle. Nos recomendaron la parte vieja de la ciudad, tuvimos
que coger un autobús turístico, el que nos paseo por las partes más importantes
de la ciudad. Tras un largo pero cultural viaje, llegamos a la parte vieja de
la ciudad. Era bastante tarde, con lo que decidimos lo primero de todo ir a probar
suerte en uno de los muchos restaurantes que hay por la zona, tras más de media
hora de dudas, nos decantamos por uno que estaba lleno de gente, algo aprendido
en este año viajando es que los restaurantes más llenos, son los que sirven los
alimentos más frescos. La comida estuvo deliciosa, comimos una sopa especiada
con un par de pescados con arroz y algo que nuestro gusto no supo exactamente
lo que era pero delicioso y sabroso. Después de tan suculento manjar a manos de nuestros amigos amarillos, decidimos probar alguna chuchería local, galletas azucaradas y helado fueron nuestras declinaciones. Visitamos un montón de templos, un cementerio, las antiguas murallas de la ciudad y alguna otra cosa de interés cultural. La vuelta la realizamos en el mismo autobús turístico.
Nos bajamos varias paradas antes de la nuestra, para poder
contemplar las tiendas de ropa y calzado que abordan toda la calle a nuestro
hotel. Para darnos una duchita y prepararnos para nuestra cena en un mercado de
noche.
Otro autobús fue necesario para llegar al night market, esta
vez era un autobús local. El mercado irradiaba colores y olores de todas las
clases, disfrutamos muchísimo eligiendo un puesto en el cual saciar nuestro
hambre.
Para empezar alitas de pollo con una salsa muy rica, después nos
tomamos un rico entrecot con salsa de queso, arroz y huevo.
De postre decidimos
tomar unas fresas en un puestecito lleno de frutas exóticas muy concurrido. A
la hora de marchar compramos un pastelito para celebrar el cumpleaños de Ainhoa
que era al día siguiente.
Por la mañana desperté con una
sonrisa, era el cumpleaños de mi dulce flor, mi frágil y dulce flor, no iba a
tener un cumpleaños tan bonito como el de Iván, pero estar disfrutando de
Taiwán seguro que sería emocionante.
Mientras Ainho terminaba de hacer las maletas Iván tuvo que
recorrer media ciudad para poder cambiar dinero. Un tren y unas horas fueron
necesarios para llegar a Kaohsiung. Preguntamos en información para variar,
sobre los hoteles y formas de llegar al parque nacional de Kenting. Con un hotel
increíble a un precio razonable, decidimos ir a andar por la cuidad mapa en
mano, no sin antes hacer una parada para comer.
Vimos un montón de cosas increíbles, pero lo que más nos fascinó fue una exposición de arte por medio del puerto de la ciudad. También disfrutamos viendo la torre del dragón y del tigre, unas pagadas y diferentes templos en el agua.
Por la noche, cena en el típico mercado de noche para probar nuevas delicias. Una pena ya que esperábamos tener algo más especial por el cumpleaños de Ainho, pero decidimos que el día especial sería el día siguiente.
En el hotel Ainho soplo las velas del pastelito de chocolate, 25 años de ternura, amabilidad.. regalando sonrisas por el mundo.
Vimos un montón de cosas increíbles, pero lo que más nos fascinó fue una exposición de arte por medio del puerto de la ciudad. También disfrutamos viendo la torre del dragón y del tigre, unas pagadas y diferentes templos en el agua.
Por la noche, cena en el típico mercado de noche para probar nuevas delicias. Una pena ya que esperábamos tener algo más especial por el cumpleaños de Ainho, pero decidimos que el día especial sería el día siguiente.
En el hotel Ainho soplo las velas del pastelito de chocolate, 25 años de ternura, amabilidad.. regalando sonrisas por el mundo.
Tras un desayuno elegido el día
anterior, alquilamos una moto de 250cc, para ir de visita al parque nacional de
Kenting. Dos horas circulando por unas carreteras infectadas de coches y motos
fueron necesarias para llegar al centro de información y turismo. Recorrimos la
costa a meced del viento, disfrutando de las increíbles vistas, andando por
acantilados, rodando por las interminables curvas y saboreando el largo paseo
por el faro que hay en la puntita sur de Taiwán. Comimos unos rollitos de arroz
con atún y unos pastelitos de carne.
Ya de vuelta en Kaohsiung , fuimos a visitar el monasterio Fo Guang Shan que nos fascinó repleto de estatuas de buda, con mucha paz y armonía.
Después, decidimos ir a una isla de pescadores, a la que accedimos por un túnel. Este día si pudimos celebrar por fin el cumpleaños de Ainho, entramos en una marisquería, en la que cenamos: almejas a la brasa, pescadito a la brasa, calamares y un par de cervecitas ricas. Este día pudimos disfrutar de un día especial.
Ya de vuelta en Kaohsiung , fuimos a visitar el monasterio Fo Guang Shan que nos fascinó repleto de estatuas de buda, con mucha paz y armonía.
Después, decidimos ir a una isla de pescadores, a la que accedimos por un túnel. Este día si pudimos celebrar por fin el cumpleaños de Ainho, entramos en una marisquería, en la que cenamos: almejas a la brasa, pescadito a la brasa, calamares y un par de cervecitas ricas. Este día pudimos disfrutar de un día especial.
Ya de vuelta queríamos ir a la noria
con vistas sobre toda la ciudad, pero nos fue imposible llegar, ya que estaba
encima de un centro comercial y era ya muy tarde.
Nos
levantamos con buen sabor de boca y pusimos rumba a Taitung, en información no
hablaban inglés así que decidimos hablar con la propietaria de una agencia de
viajes, la cual nos aconsejó que fuéramos a ver la isla verde, la cual teníamos
intención de ver, con lo que a todo correr negociamos y en menos de lo que
canta un gallo, nos recogió en la estación un coche, nos llevó directamente al
puerto donde cogimos un barco. El trayecto fue de lo más movidito, ya que el mar
estaba enfurecido y el barco era muy pequeño…
A las dos de la tarde más o menos, desembarcamos en isla
verde, allí nos esperaba una furgoneta destartalada con más grasa en el
maletero que en el motor y seis personas para cinco asientos. Pero Iván fue en
moto pues habíamos reservado una, así el trayecto del barco al hotel se lo
ahorraron dándonos una moto, una moto también destartalada. Tardamos alrededor
de 5 minutos en llegar a nuestro hotel o como quiera que se llamara eso, ya
que discrepaba bastante la realidad de lo contado unas horas antes.
Con más pena que gloria nos instalamos en nuestra nueva habitación con aire acondicionado y un potente olor a humedad. El resto del día lo dedicamos a comer un poquito por el pueblo y a visitar las atracciones turísticas de la zona, que por lo que descubrimos con una población de 1000 habitantes tenían 3 cárceles y bien grandes…unas cuevas sin mucho que ofrecer y el atardecer lo vimos en el faro.
Con más pena que gloria nos instalamos en nuestra nueva habitación con aire acondicionado y un potente olor a humedad. El resto del día lo dedicamos a comer un poquito por el pueblo y a visitar las atracciones turísticas de la zona, que por lo que descubrimos con una población de 1000 habitantes tenían 3 cárceles y bien grandes…unas cuevas sin mucho que ofrecer y el atardecer lo vimos en el faro.
Como el día fue agotador, no había internet y mucho menos un
adaptador de corriente para nuestro portátil, nos dejamos caer en nuestras
duras camas esperando la hora de cenar. Iván en un periquete había sacado los
cables de la pared y con la navaja y un poco de esparadrapo, consiguió enchufar
la alargadera.
Dedicamos un par de horas a ver una película y a poner en orden nuestras ideas, ya que teníamos que digerir todo lo ocurrido. Para cenar nos preparamos unos noodles picantes y a dormir.
Dedicamos un par de horas a ver una película y a poner en orden nuestras ideas, ya que teníamos que digerir todo lo ocurrido. Para cenar nos preparamos unos noodles picantes y a dormir.
Por la mañana
nos despertamos con mejor ánimo que con el que nos acostamos. Un desayuno
mediocre y a por nuestra mañana de snorkel, que por cierto resultó ser en una playa-pecera
en la cual los guías-timadores habían montado ahí un negocio fructífero en el
cual, te ponían un neopreno de color verde (no por su color original sino por los
microorganismos que allí vivían) 4 tallas más grande al que te correspondería
ponerte, unas gafas con calcificaciones en su interior, un tubo y un chaleco
salvavidas… no unas aletas no, ¡un chaleco salvavidas!!! Pero no contentos o
con miedo a que nos ahogáramos, el guía-timador nos dió un flotador a cada uno
todos ellos atados con una cuerda y a la cabeza el muchacho. Decidimos nosotros
dos ir por libre, cuando lo comunicamos el tipo nos dió una bolsa de pan de
molde como reclamos a los bichitos, ahora bien, el espectáculo animal que vimos
a escaso metro y medio de profundidad fue increíble, más de 100 especies
diferentes de peces, de todos los colores y tamaños. La verdad es que lo
pasamos genial, aunque el arrecife estaba muy muerto.
Tras devolver el “equipo” a su legítimo, nos fuimos a comer. La isla no contaba con gran variedad de comida, pero el sushi que nos comimos estaba de rechupete.
Tras devolver el “equipo” a su legítimo, nos fuimos a comer. La isla no contaba con gran variedad de comida, pero el sushi que nos comimos estaba de rechupete.
Por la tarde y con un día precioso nos dedicamos a dar la
vuelta a la isla, para lo cual solo necesitamos una hora. Visto lo visto, nos
paramos en la segunda vuelta en todo lo que nos llamaba la atención, incluso
Ainho se atrevió a coger unos kilómetros la moto, por cierto era su primera
vez, pero lo hizo genial. A lo largo de la isla pudimos ver muchas instalaciones
rotas, trozos de carril cortados, parecía que por allí había pasado un ciclón y
como más tarde pudimos corroborar en la única oficina de turismo que seguía en
pie y así fue solo diez días antes.
Cenamos un poco de arroz y pescado, con un par de cervezas
ya que al día siguiente regresábamos a Taitung.
A eso de las 10 devolvimos la moto en el puerto y nos aventuramos en el cayuco desandando nuestros pasos por el mar que parecía que el mismo Zeus custodiaba. En la estación Iván se plantó en la agencia de viajes exigiendo un reembolso de parte de nuestro dinero, ya que de lo que nos habían ofertado solo el aire acondicionado era cierto… La mujer con la que hablamos dos días antes no estaba y en su lugar estaba su marido que no hablaba absolutamente nada de inglés… el caso es que tres llamadas a su mujer, una hora sentados en las sillas de la oficina diciendo a todos lo clientes el mal servicio que nos habían ofrecido y un par de amenazas de llamar a la policía nos devolvieron el 20%, así que más contentos que unas castañuelas, cogimos el tren con destino Hualien.
A eso de las 10 devolvimos la moto en el puerto y nos aventuramos en el cayuco desandando nuestros pasos por el mar que parecía que el mismo Zeus custodiaba. En la estación Iván se plantó en la agencia de viajes exigiendo un reembolso de parte de nuestro dinero, ya que de lo que nos habían ofertado solo el aire acondicionado era cierto… La mujer con la que hablamos dos días antes no estaba y en su lugar estaba su marido que no hablaba absolutamente nada de inglés… el caso es que tres llamadas a su mujer, una hora sentados en las sillas de la oficina diciendo a todos lo clientes el mal servicio que nos habían ofrecido y un par de amenazas de llamar a la policía nos devolvieron el 20%, así que más contentos que unas castañuelas, cogimos el tren con destino Hualien.
La parada de rigor en información turística para
documentarnos de la ciudad a visitar y a unos cientos de metros ya disponíamos
de hotel, por cierto una vez más la habitación fue mediocre, pero el hotel no
tenia ámbitos nocturnos… Media hora y una docena de locales de alquiler,
teníamos una moto a nuestra disposición por un puñado de dólares, rumbo a un
par de atracciones no muy relevantes y de cabeza al mercado de noche, el cual
añorábamos. Decidimos cenar un chuletón con noodles, huevo y salsa de setas por
un precio más que económico. Nada más necesitamos para terminar el día salvo un
rico batido de frutas que adquirimos en un puestecito de camino al vehículo.
Desayunamos en un seven-eleven, en un par de horas nos plantamos en el Taroko Nacional Park, un parque inmenso, con unas carreteras llenas de curvas a la vera de la profunda garganta del río que cruza el parque nacional. La primera parada la hicimos para ver un templo en mitad de la montaña, antes de adentrarnos por una gruta a dicho templo advertía un cartel que en ese túnel habían muerto muchísimos hombres y la verdad es que al andar por ese túnel hecho con vidas humanas, nos dimos cuenta que también lo podían haber colocado en otro lugar, vamos digo yo. El templo la verdad sea dicha era muy bonito, con un arrollo que cruzaba por debajo y justo a sus pies un salto de agua de más de
Recorrimos la enrevesada carretera disfrutando de las vista
parándonos a contemplar viejos puentes colgantes y fotografiar más templos perdidos
en medio de la montaña y a sus despreocupados monjes. La vuelta fue rápida con
tan solo una parada para comer ya a media tarde.
Por la
mañana mochila a la espalda, tren destino Taipéi y con ganas de ver lo que nos
podía ofrecer la capital. El segundo encuentro no fue mucho mejor que el
primero, ya que para dormir Iván anduvo más de dos horas y solo encontró hoteles
carísimos, pero una vez más información turística nos resolvió el dilema y nos
dió las direcciones de unos cuantos hoteles batatos y decentes. El resultado fue
una planta8 de un edificio antiquísimo con vistas a los aparatos de
climatización. Dejamos las mochilas y nos dedicamos a pasear por los
alrededores, sus mercados, sus cines y un largo etcétera de lugares de
derroche. Cenamos en unos puestecitos ilegales llenos de aroma y sabor, pero en
el momento que aparecía la policía salían corriendo con sus carritos esquivando
a personas a la velocidad del rayo.
El
despertador sonó temprano, para este día decidimos coger un bono diario de
transporte público, con lo que no teníamos mucho tiempo para perezas mañaneras.
Un chocolate y unas pancakes nos alimentaron. La primera parada fue un templo
budista llenito de peregrinos con sus inciensos y sus suplicas.
A lo largo
del día paramos en todas las atracciones turísticas visitando algún templo más,
un par de casas memoriales, los jardines botánicos y el centro comercial de la
torre 101 (la torre más alta de asia). Hicimos una parada obligatoria en el
centro comercial por excelencia de la electrónica donde Iván no pudo resistirse
ante los objetivos canon y tras comparar precios en varias tiendas, adquirió
uno por un precio muy bueno, por algo Iván quería hacer escala en este país
jajaja.
Después del
día tan agotador de un lado para otro, terminamos en un mercado de noche, en el
famoso Shilin Night Market. Nos quedamos fascinados de la cantidad de puestos
de comida y de ropa que había. Esta vez probamos diferentes tipos de comida y
nos quedamos fascinados de lo delicioso que estaba todo. Echaremos de menos
estos mercados nocturnos.
Ya sólo nos
quedaban un par de días en la capital de Taiwán para poner rumbo a casa ¡qué
ganas de veros a todos! Estos días los aprovechamos para descansar un poco, dar
paseos por el barrio donde nos alojábamos, ver, ver y ver tiendas repletas de
gente comprando y ¡como no! comiendo comida sabrosa…
El último
día nos levantamos a eso de las 9 para ir a desayunar un chocolate calentito
con pancakes y coger fuerzas porque nos esperaban bastantes horas de vuelo.
Vuelta al hostel para cerrar las mochilas, echar un vistazo para no dejarnos
nada y poner rumbo al aeropuerto. Una vez allí, esperamos a que llegara la hora
de facturar mientras nos comíamos unas hamburguesas y echábamos una timba en la
mesa del Burger King para matar el tiempo. Llegada la hora, facturamos las
mochilas y nos dirigimos hacia la puerta de embarque. Nos esperaban unas
cuantas horas de vuelo pero poco a poco nos acercábamos más a casa ¡qué
emoción!
El vuelo fue de lo más tranquilo entre leyendo y dando
alguna que otra cabezadita. Hicimos una pequeña escala en Bankgok, para coger
otro avión con destino a Amsterdam. Llegamos temprano y por fin pisamos suelo
europeo, qué recuerdos cuando por fin aterrizamos y ahí realmente nos empezamos
a dar cuenta que esta etapa de nuestra vida había terminado, pero que tenía un
final feliz pues regresábamos a casa y la familia nos estaría esperando con los
brazos bien abiertos en el aeropuerto de Bilbao.
Al llegar a Amsterdam todavía nos faltaban unas cuántas
horas de espera para coger por fin nuestro último vuelo. Mientras Ainhoa
custodiaba las mochilas, Iván fue a comprar algo para comer y al final se
decantó por un par de sandwichs para cada uno y una cervecita holandesa. Las
últimas horas de espera en el aeropuerto la verdad es que fueron eternas,
diríamos que algo más que eternas pues lo que realmente queríamos era llegar a
nuestro destino y poder abrazar a nuestros seres queridos. No tuvimos retraso en
la hora del vuelo, fue de los más normal, con lo que la hora prevista de
llegada era la acordada. Avisamos a la familia que todo iba según lo previsto y
que para las 19.30h aterrizaríamos en Bilbao. Estábamos un poco con la mosca
detrás de la oreja puesto que no teníamos noticias de nuestras familias e
incluso llegamos a pensar que se habían olvidado de nosotros pero... ¡nos
equivocamos! ellos estaban llegando...
Una vez aterrizamos, todo nerviosos
recogimos nuestras maletas, salimos corriendo por la puerta y cuál fue nuestra
sorpresa al salir... no podíamos creer lo que veían nuestros ojos ¡qué
felicidad! Simplemente por este reencuentro ha merecido la pena volver a casa.
No salíamos del asombro y nos recibieron con los brazos bien abiertos rodeados
de pancartas de bienvenida.
Los primeros minutos estuvieron cargados de mucha
emoción entre abrazos, besos y lágrimas de felicidad. ¡Os hemos echado
muchísimos de menos! ¡Gracias por esa bienvenida, no podía haber sido mejor!
¡Sois MUY GRANDES!
Fuimos todos juntos en un microbús
hasta llegar al pueblo de Iván donde todos juntos cenamos entre risas y
recordamos viejos tiempos.
Después, cada uno a su casa donde
dormimos en una buena cama después de los últimos días dormidos
en los mármoles
de Taiwán jajaja. Esa noche repusimos fuerzas pues al día siguiente nos
esperaba una cena con todos nuestros amigos ¡gracias por esa noche!
En el tiempo que hemos pasado en España nos hemos empapado de nuestros seres más queridos, amigos, comidas,
cenas, alcohol, fiestaaa, pincho-pote, comida y más comidaaa... que tanto hemos
añorado, para reponer las pilas y poner de nuevo rumbo a una nueva experiencia
en nuestras vidas pues nos han concedido el visado de estudiante para Australia
y ¡allá vamos! en principio es para 8 meses.. así que escribiremos pronto.
Muchas gracias por seguirnos todo este tiempo. Os queremos.